Haters, trolls, bots y anonimato: ¿asuntos separados?
En abril publicamos Más que palabras: buscando consensos para caracterizar al discurso de odio. Para su elaboración, realizamos catorce entrevistas a activistas e integrantes de la comunidad lésbica de Argentina, Brasil, Costa Rica y Panamá. El valioso contenido de los encuentros nos planteó interrogantes que excedían al objeto de análisis inicial, pero que nos interesa compartir aquí, a través de una serie de artículos específicos. Tal fue el caso del encuentro con Lisa Kerner (Argentina), fundadora de Brandon por la Igualdad/Equidad de Derechos y Oportunidades Asociación Civil y Cultural. Allí, Lisa nos brindó el puntapié para recorrer una extensa discusión acerca de la relación entre el anonimato y ciertos tipos de usuarios de las redes sociales. En este artículo, desde la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) reflexionamos al respecto.
El anonimato en redes sociales se traduce en la imposibilidad de conocer la identidad real de los usuarios. Sin embargo, ni todos los usuarios son gestionados por personas ni el anonimato en las redes sociales es siempre igual.
El anonimato resguarda el derecho de una persona a no identificarse en absoluto y además:
- la posibilidad de crear su propia identidad mediante un pseudónimo, que puede relacionarse o no con su identidad real.
- el uso de apodos de distintos tipos que permitan a una persona manejar su identidad como quiera,
- la posibilidad de firmar como anónimo y la de mantener una identidad consistente e identificable pero desvinculada de su identidad fuera de la red.
Aunque el anonimato y/o el uso de pseudónimos (pseudonimia) no se encuentran expresamente regulados como derechos en nuestro país, no son prácticas prohibidas. Recordemos que el sistema jurídico argentino se basa en el principio de permisión. Es decir, lo que no se encuentra específicamente prohibido, está permitido. Además, el anonimato puede justificarse como componente esencial para el ejercicio de derechos constitucionales, como la libertad de expresión, la autonomía individual o la privacidad.
Alerta spoiler: desde la ADC sostenemos que el anonimato y la pseudonimia – es un derecho fundamental en el entorno analógico y más aún en digital.
Las razones por las que una persona puede optar por el uso del anonimato en redes sociales – en cualquiera de sus formas – pueden ser contextuales, coyunturales o personales.
Si pensamos en internet como una extensión del espacio cívico, en escenarios autoritarios el anonimato es, por ejemplo, garantía del derecho a la protesta en línea. En otras palabras, el anonimato puede evitar la censura previa y garantizar el derecho a la libertad de expresión.
Por otro lado, la pseudonimia y el anonimato permiten a muchas personas ser más abiertas acerca de su identidad de género y/o su orientación sexual. Por último, el anonimato ha permitido que muchas mujeres y personas LGTBIQ+ se hayan animado a exponer públicamente, situaciones de violencia por razón de género.
De este modo, cualquier política que intente obligar a las personas a identificarse con su nombre real en internet, o que establezca requisitos que vuelvan impracticable su reserva, probablemente tenga el efecto contrario al que pretende alcanzar.
La relación entre el uso de los pseudónimos en redes sociales y comportamientos con connotaciones negativas, podría no ser casual ni directa. De este modo, el uso de los pseudónimos no sería un indicador de comportamiento en redes sociales. En las redes hay diferentes tipos de usuarios:
Los trolls pueden categorizarse según su actividad y comportamiento y comparten con los haters la intención de llamar la atención con sus acciones negativas. La diferencia radica en que un troll lo hace para generar interacción, en cambio el fin del hater es generar daño a otros. Mientras que los perfiles haters suelen ser personas, los trolls pueden – además – ser bots.
Pero entonces ¿qué es un bot? Podríamos decir que es una cuenta en una red social cuya generación de contenido es automatizada. Cuando muchas de estas cuentas actúan en conjunto se le suele llamar granja de bots. Las cuentas trolls operadas por bots son poco influyentes por separado, pero en conjunto ayudan a generar visibilidad o posicionar un tema en la lógica algorítmica de las redes sociales.
Otro tipo de usuario que complejiza la relación con el anonimato, son las cuentas falsas o fakes. Éstas son aquellas que se hacen pasar por otra persona. En general, alguien reconocido con el fin de cosechar seguidores. Los motivos por los cuales una persona sigue a un fake son múltiples y pueden ir desde la creencia de estar siguiendo a la persona real hasta el disfrute de la parodia. Las cuentas fake se crean por entretenimiento, para la crítica, para molestar o para luego poder vender la cuenta a un tercero que le modifica el nombre y se queda con miles de seguidores. Hay especialistas que consideran fake también a las cuentas anónimas.
El comportamiento de odio de los haters puede explicarse a partir de lo que el psicólogo John Suler llama desinhibición en línea, basadas en conductas psicológicas se denomina tríada oscura de la personalidad (narcisismo, psicopatía y maquiavelismo). La conducta de odio de los trolls también puede explicarse aplicando las nociones de Suler, pero si tenemos en cuenta su finalidad, no es suficiente. Es decir, si el fin de este tipo de usuarios es generar interacciones, ¿por qué son tan importantes éstas? Eso nos llevará, en la próxima publicación, a reflexionar sobre el modelo de negocios de las redes sociales.
Alcanza aquí con concluir que el anonimato y la pseudonimia no explican la aparición de los distintos tipos de usuarios de las redes sociales y, menos aún, su comportamiento negativo.